"—No estoy nada triste. A menudo sentí asombro, pero me equivocaba: ¿por qué había de estar triste? En otros tiempos fui capaz de pasiones bastante hermosas. Odié apasionadamente a mi madre. Además a ti —dice con desafío—
te amé apasionadamente.
Espera una réplica. No digo nada.
—Todo eso se acabó, por supuesto.
—¿Cómo puedes saberlo?
—Lo sé. Sé que nunca más encontraré nada ni nadie que me inspire pasión.
Tú sabes que ponerse a querer a alguien es una hazaña. Se necesita una energía,
una generosidad, una ceguera... Hasta hay un momento, al principio mismo; en
que es preciso saltar un precipicio; si uno reflexiona, no lo hace. Sé que nunca
más saltaré."
Ahora lo sé.
Hoy, medianoche.
¿Miedo de no saltar?
Quizás,
un día como el mañana
un día como el mañana
no importara, o,
será suficiente por una puta vez en la vida
saber,
abrazar esa tranquilidad de la certeza.
No volver a saltar
a la espera.
Ahora lo sé.
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