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Sentidos.

17.11.2018


“Desde la tristeza que se desploma,
desde mi dolor que me cansa,
desde mi oficina, desde mi cuarto revuelto,
desde mis cobijas de hombre solo,
desde este papel, tiendo la mano.”


No estoy perdiendo nada, creo que no tuve nunca.
Ninguno fue mío.

No estoy inmóvil, mis dedos se mueven como locos en el tránsito de la hora. Sin embargo, por qué no siento que esté diciendo algo. Prometí escribir lo que no se puede escribir a expensas de lo que no tuve nunca pero que atravesé con cada uno de los sentidos adheridos al cuerpo y alma.
¿Cómo llego a escribir mi vergüenza? Quisiera sacarla toda en una hoja mecanografiada. Se han escrito obras maestras, pero, no he leído ninguna, o bien, ¿En qué capitulo habla o escribe el hombre su vergüenza?
Quizá, nunca escriba otra vez.
Sólo viene a este mundo a quedarme, a ver y observar como el tiempo no existe y que, equívocos y pobres, llamamos vida.  Preguntar cómo seguir, cómo vivir, inútil pero necesario para crear ternura y hacer como que uno vive. No, no me importa como lo logran, como le hacen para evadir la historia y el único segundo que existe. Hablo desde el singular y plural, desde el blanco y el negro, desde el cielo y el infierno, desde la razón y la locura.
¿de qué me sirve saber la razón de porque estoy al final de éste salón tratando de resolver algo?
¿A quién le contare si llega la respuesta correcta, a quien de esta aula le importa ver el sol de noche?


Mi melancolía se llenó de colores y mis ojos dejaron de poner atención a lo sublime.
Yo no entiendo; yo quiero solamente,
y trabajo en mi oficio.
Yo pienso: hay que vivir; dificultosa
y todo, nuestra vida es nuestra.
Pero cuánta furia melancólica
hay en algunos días. Qué cansancio. “


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