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"En cuanto a escribir, más vale un cachorro vivo."


Domingo, 08.


Nunca sé comenzar un texto. De hecho, sea este mi inicio perpetuo.
Estoy tratando de poner en claro el objetivo de lo que escribiré hoy. En lo que despierto y ya es medio día, en lo que veo mi desarreglado semblante en el espejo del baño, en lo que pongo el agua a hervir en medio del desorden de la cocina, medito, ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?, en lo que en la sala me espera Clarice Lispector, una sábana blanca y un perro negro –incluso en lo que escribo esta línea, ya puse el tercer café en la estufa-. Sólo sé escribir en vivo y en directo. Un cuarto de hoja y aún desconozco mi fin.
Hablaré de perros.
Antes, corro a sacar el pan tostado con mantequilla que ya humeo la casa, como la música- en esta casa siempre habrá música, sea día o noche, celebración o velorio, mientras esté yo dentro hasta el silencio tiene ritmo.
Perdón, es que necesito una larga pausa para escribir sobre perros, hablar es otro cantar. Me abruman las emociones, la belleza, llámele usted como quiera.
Del latín “Can” …es todo lo que obtengo del diccionario. Estoy decepcionada. Casi siempre la respuesta de las cosas del lenguaje está implícita en la etimología. Hoy no.
A mí me enseñaron más los perros que los libros; que quede asentado en un documento esto.


Han pasado unas horas desde la página anterior. No soy la misma.
Seguiré hablando de perros.
El agua de la piscina es fría, limpia, como el cielo nublado como espejo. Llueve sin ti.
No me di cuenta cuanto odio que llueva sin ti, creo que estaba agradecida del correr de las gotas sombre mi espalda. Deslizaba mis dedos sobre el agua como si dibujara el rostro de la nostalgia. Siempre con cara de perro.
Salí a por dulces a la esquina, brincando los charcos que formo la lluvia en la calle, como cuando niña, como hace un momento en la cama elástica, saltando con el impulso de la infancia y toda la fuerza de mi memoria, como si fuese a tocar las estrellas con las manos, a punto estuve, sólo me llene de polvo. Salió el Sol. A media lluvia. Y, paró todo. ¿Sabes que vivir en el desierto te obliga a verlo todo como un milagro? ¿Mi favorito? Ver llover con Sol.
La lluvia por si sola trae tu recuerdo capturado en sus gotas. Tu imagen en la ventana como si te fueras con el olor a tierra mojada. Odiar a la lluvia es odiar tu ausencia, mi presente. Si el Sol aparece, el secreto de tus ojos vuelve.

Incluso en esta vida minúscula hay mucho que escribir, pero, muy poca seriedad y claridad para lograrlo.
No he dejado de ver la vida a través de ti. No es que todo me distraiga, es que todo merece atención.

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