Neurotransmisor
No cabe el mundo en una balanza sin equilibrio.
Los niños de Saturno y sus vecinos tienen miedo. Y,
por la noche muerden las almohadas de Helio, sin ninguna sustancia suficiente
que proteja sus cabezas. El espejo de la Tierra hace perder la lucidez que, se
esparce aterrada en los gritos doloridos de piedad. Alguien quiere dormir ya,
en los brazos de Titán o en cualquier bálsamo de bienestar.
No cabe el mundo en mi pecho sin equilibrio.
Cada pulmón de plomo va a estallar. Sin poder respirar,
esto pronto terminara. En la luz sin noche, dije, no tomaré capsulas de
vanidad. El Sol cura, el viento del desierto es la ira de colores, y, en sus
olas fluye el tiempo; ver las aves volar sobre el oasis de la imaginación y la
fantasía, tiene que bastar. Continuar, bailando danzando con los brazos de
hierro a los costados, buscando con los dedos un poco de paz. Saltar sin
conocer el precipicio o el cielo nocturno, caer al abismo o al paraíso. Desde
la hierba seca e inmóvil con el santo placebo de la música como propulsor y
salvador.
No cabe el mundo en mi cerebro sin equilibrio.
¡Dije no! miedo, ahora no, y fue quien llegó primero.
Vino a mí, que, como serpiente sin pies deslice mi existencia para esconderme
en este cosmos de luz blanca y atmosfera controlada, donde el ataque de
realidad no me pudiese encontrar.
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